La
comunicación política, es un tema que cada vez me resulta más interesante y
atrayente, por las estrategias que los mensajes esconden y por su relación
directa con el protocolo.
Hoy,
comparto con vosotros el post que Diana Rubio escribió el pasado 1 de mayo en
su blog Política y Protocolo, blog que os recomiendo profundamente.
Esclavos y
dueños políticos:
Somos esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos
El uso de las palabras comienza durante la campaña electoral. Esos
“slogans” que tomarán protagonismo en cartelería, medios y discursos, no
quedarán solo ahí, sino que acompañarán a los futuros partidos gobernantes y a
sus candidatos en los mandatos para los cuales hayan sido elegidos entre la
ciudadanía.
Uno de los factores que comienza, bajo mi punto de vista en España, a tener
una menor repercusión en campaña es la ideología.
Si la ideología manda como punto determinante en nuestra capacidad de voto,
seguiremos votando al partido más cercano a la nuestra, pero actualmente existe
una crisis ideológica en contra de los grandes partidos en España, algo que
corroboran desde el CIS en sus últimos barómetros.
Ésto viene dado a consecuencia de la pérdida de confianza en la clase
política a la que nos enfrentamos. Cuando no conoces, confías, pero esta
confianza es inversamente proporcional al conocimiento. Cuanto mas conocemos de
unos y de otros, menos confianza producen en la población y en sus propios
votantes, generando una sensación de mentira y engaño que desembocará en la
desafección política y malestar general actual con este sector.
Por tanto, la corroboración de este malestar tiene una doble vertiente; por
un lado, viene arrastrado de legislaturas anteriores y el papel que han
desempeñado unos y otros, de otro, por la utilización de unos determinados
mensajes durante la campaña que se pierden en los mandatos posteriores. Tal es
el caso de la palabra “cambio”.
El término “cambio”, ha sido elegido como principal en muchas ocasiones,
algunas con acierto, otras carentes de el. Su uso es tan idílico y apetecible
en las campañas electorales debido a las connotaciones positivas que suele
conllevar y por la historia de su utilización en campañas políticas en otros
países con resultados victoriosos, que ha sufrido desgaste por su utilización
masiva. En algo que no suelen pensar quienes la proponen como principal en una
campaña es que también es una palabra trampa que puede jugarnos una mala
pasada, volverse en contra del partido que la utilice y crear connotaciones
negativas en sus acciones.
Está claro que los mensajes que se dan en campaña deber ser actualizados y
estar adaptados al contexto de la nación en la que se presentan. Lo que
considero un error es caer en el olvido de las palabras pronunciadas en ésta
una vez alcanzado el objetivo. Está claro que las circunstancias son las que a
veces hacen dar pasos en falso, pero si un partido utiliza en su propio
beneficio unas palabras para conseguir representación que mas tarde, cuando ya
la tiene, olvida, conseguirá que lo tachen cuanto menos de trampa o fraude.
Cabe recordar que la existencia de las nuevas tecnologías pone al servicio
de la sociedad una función de vigilancia íntegra. El material audiovisual unido
a la difusión masiva que puede darse en las redes sociales junto con el desazón
candente debido al incumplimiento de las palabras clave en campaña, puede
provocar situaciones comprometidas y perjudiciales para cualquier partido que
falte a sus propuestas electorales.
Por consiguiente, es importante elegir las palabras de campaña como también
es tenerlas presentes durante los mandatos posteriores. Considero que hay que
utilizar palabras que definan, con sentido, que lleguen a la población, que
condensen sus objetivos, y que no caigan en el olvido durante los mandatos,
teniéndolas presentes como a quienes se movilizaron electoralmente a su favor
porque confiaron en sus palabras y discursos.
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